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Todos contra el carbón pero con el carbón

Todo el planeta quiere ser verde y libre de carbono, como Europa en 2050. Este combustible es la mayor fuente de generación de electricidad, la segunda mayor fuente de energía primaria y la mayor fuente de emisiones de CO2 relacionadas con la energía, pero cada vez surgen más voces que apuntan que su alejamiento no será sencillo. Asia domina el mercado mundial del carbón, China representa más de la mitad de la demanda mundial, o dos tercios si se agrega India.

Las promesas de alcanzar cero emisiones netas hechas por muchos países, incluidos China e India, deberían tener implicaciones muy fuertes para el carbón, pero aún no son visibles en opinión de los expertos, lo que refleja la gran brecha entre las ambiciones y la acción. Japón, Corea y China también se han comprometido a detener la financiación pública para la construcción de nuevos proyectos de energía de carbón en el extranjero. A pesar de las buenas intenciones, algunas medidas continúan echando leña al fuego en lugar de mitigar el problema. Por un lado, según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los países gastan 400.000 millones de dólares al año en subsidios, sobre todo al petróleo, pero también al gas y la electricidad. «Se puede llegar a descarbonizar todo el planeta en 2050, pero cada vez es más difícil, sobre todo si lo queremos hacer de manera ordenada. Pero si no lo hacemos seguiremos sufriendo desastres naturales cada vez más graves, con graves impactos económicos, sociales y ambientales», señala Ricardo Pedraz, Consultor de AFI (Analistas financieros internacionales).

Listos para la transición

¿Estamos listos para la transición? La invasión de Rusia a Ucrania ha puesto al descubierto los desafíos a los que se enfrentan los países para garantizar suministros de energía sostenibles y asequibles en un entorno geopolítico complejo e incierto. La agitación que están padeciendo los mercados energéticos mundiales amenaza con descarrilar los esfuerzos para prevenir los peores efectos del cambio climático. La Comisión Europea lanzó esta misma semana el Plan Repower EU para cortar definitivamente el suministro de gas ruso en 2027, una paquete de medidas que supondrá una inversión de 300.000 millones de euros. No obstante, los planes de la UE también incluyen algunas medidas inesperadas como una mayor producción de electricidad con carbón y la ampliación de la vida de las centrales nucleares belgas y francesas. «La guerra de Rusia nos hace ser más de dependientes de los combustibles fósiles. Para plantearnos políticas de descarbonización, sobre todo en el sector energético, hacen falta tres objetivos: la sost
enibilidad, la competitividad y la seguridad en el suministro y ahora no cumplimos ninguno de los tres. La guerra los ha hecho saltar por los aires», explica Mateo Rosales, consultor de Asuntos Públicos especializado en Clima y Transición Energética de Atrevia.

El coste de descarbonizar

Descarbonizar tendrá también un coste. Bank of America calcula que costará al mundo inversiones por valor de 5 billones de dólares (4,7 billones de euros) durante 30 años: en total 150 billones de dólares (142 billones de euros), aproximadamente el doble del PIB mundial. El consumidor tendrá que contribuir a través de impuestos. Bank of America calcula que la factura de descarbonizarse equivale al 25% de los ingresos fiscales mundiales actuales (20 millones de dólares).

Aunque mitigar el cambio climático podría impulsar el crecimiento económico un 0,4% adicional por año hasta 2030, limitar el suministro de combustibles fósiles también podría provocar el aumento de la inflación del 1% al 3%, advierten desde Bank of America. Acelerar la transición a una economía baja en carbono demasiado rápido podría perjudicar el crecimiento, cerrando sectores a expensas de otros. Aún así, el último informe de la AIE sostiene que impulsar las emisiones netas cero reducirá el empleo en el sector de la energía tradicional en 5 millones de personas para 2030, pero agregaría otros 14 millones de empleos en el sector de la energía limpia. Otros servicios de estudios como el de BloombergNEF, elevan el coste de descarbonizar a 174 billones de dólares hasta 2050, casi 3 veces la cantidad invertida en el sistema energético a día de hoy.

Pero el cambio no se producirá de un día para otro. En Europa, la tasa de dependencia energética sigue siendo elevada. En 2019 era del 61%, y casi dos tercios corresponden a crudo y productos petrolíferos, seguidos del gas natural (27%) y el carbón (6%). Santiago Carbó, Catedrático de Economía de la Universidad de Granada cree que Europa no ha hecho lo suficiente y que «no cuenta con una estrategia climática o energética común. Durante muchos años las políticas se han enfocado al gas y cumplir con los objetivos del Acuerdo de París es ahora más que nunca un reto mayúsculo».

Nadie dijo que fuera fácil añade Lara Lázaro, investigadora del Real Instituto Elcano. «Evidentemente, cualquier transición de un modelo de combustibles fósiles a un modelo neutro en emisiones tiene unos costes, pero también hay que poner encima de la mesa el coste de no hacerlo. No limitar el calentamiento global al 1,5 grados, podría suponer, una caída del PIB en 2030 entre el 11% y 18%», precisa. «No descarbonizamos porque queramos perder dinero, sino porque la economía del futuro es digital y neutra en emisiones y nosotros queremos estar posicionados en esa economía. Por fortuna, en España contamos con mucho recurso solar y grandes campeones energéticos en todos los sectores, implantados a nivel internacional, y que proporcionan oportunidades de trabajo en esta nueva economía», agrega Lázaro.

Muchas empresas están adaptando sus procesos de producción en un esfuerzo por reducir las emisiones de carbono. Pero la mayoría de las tecnologías verdes requieren cantidades significativas de metales y minerales, como cobre, litio y cobalto, especialmente durante el periodo de transición. Los vehículos eléctricos, por ejemplo, usan seis veces más minerales que los coches convencionales y una planta eólica marina requiere más de siete veces la cantidad de cobre en comparación con una planta de gas. «Todavía hay industrias difíciles de descarbonizar. Por ejemplo, no podemos electrificar un barco, no pueden ir con baterías, los aviones necesitan combustibles, el cemento es imprescindible para millones de infraestructuras, y el cemento de momento requiere mucho calor para su proceso productivo» apunta Pedraz.

Mientras, la energía renovable y la electrificación se convierten en la columna vertebral de la transición y deben acelerarse de inmediato, y el hidrógeno, la captura de carbono y las nuevas plantas nucleares modulares son herramientas emergentes que deben desarrollarse y desplegarse lo antes posible. Es por eso que el Plan Repower EU destinará 86.000 millones de euros para solar y eólica, 37.000 millones de para biometano y 27.000 millones para hidrógeno. De todos modos tampoco será fácil. Para descarbonizar nuestro planeta necesitaremos 88 veces más capacidad de energía eólica, solar y baterías para 2050, e incluso entonces solo se podría cubrir la mitad de la reducción de las emisiones, advierte Bank of America.

La transición dejará más subidas de precios por el camino, por eso la política monetaria deberá jugar un papel importante. El BCE anunció que alineará sus políticas con los objetivos del Acuerdo de París lo «más rápido posible», de modo que todas las acciones que se tomen contribuyan a la ecologización de las economías y no «socaven» los incentivos para acelerar la transición ecológica. Y frente a los inversores la banca quiere ser también un referente en el impulso de la transición sostenible. «La descarbonización es un reto de ambición global necesaria», defienden fuentes de CaixaBank y como muestra de su compromiso con la descarbonización ofrece sus datos. El año pasado CaixaBank movilizó 31.375 millones de euros en financiación sostenible, un 150% más que el año anterior. La entidad batió su récord histórico tanto en préstamos sostenibles, con 11.595 millones de euros, como en la emisión de bonos ESG, con más de 19.780 millones de euros.

FALTA MÁS AMBICIÓN EUROPEA

Desde el Acuerdo de París en 2015, 53 países y la Unión Europea se han comprometido a lograr cero emisiones netas. Sin embargo, a mediados de 2021, solo 21 países que utilizan carbón sin cesar para la generación de electricidad se han comprometido a eliminarlo gradualmente, entre 2021 (Portugal) y 2040 (Chile). Entre ellos, pocos países ya lo han hecho, como Austria (2020), Bélgica (2016) y Suecia (2020). En conjunto, estos compromisos cubren solo el 4,1 % de la generación mundial a carbón y el 1,3 % de las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España se compromete a alcanza una cuota de gasto verde del 31 %, lo que le posiciona entre los mejores de la Unión Europea (UE), según un estudio elaborado por el Green Recovery Tracker, formado por expertos internacionales en emergencia climática, que alerta de la falta de ambición europea para descarbonizar la economía. Finlandia, con un gasto cercano al 42%, lidera el ranking entre 14 países de la UE. Polonia (18%), Portugal (19%) y Eslovenia (5%) obtienen los peores resultados.

Fuente: La Razón