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¿Pueden las empresas lograr un impacto climático cero?

La plataforma VCMI diseña las guías para que los mercados voluntarios de carbono sean sólidos y fiables, y eviten que las compañías caigan en el lavado de imagen

La compensación de emisiones solo es justificable si las empresas tienen planes de neutralidad climática alineados con el acuerdo de París y hacen un esfuerzo adicional interno para recortar gases

¿Son creíbles los anuncios de las empresas que prometen un impacto climático cero?, ¿es verdad, como publicitan, que van a ser neutras en carbono; o que ya casi lo son? Son preguntas pertinentes porque las grandes compañías hacen un uso reiterado de este tipo de afirmaciones. Pero ¿tienen estos anuncios una base real que permita sustentarlos?

Detrás de este debate está el funcionamiento de los llamados mercados voluntarios de carbono (MVC), en los que las empresas pueden comprar derechos o créditos voluntarios para compensar las emisiones de gases de su actividad.

Sin embargo, el recurso a los mercados voluntarios para cumplir sus metas de descarbonización está reavivando las preocupaciones sobre el lavado de imagen de empresas e inversores.

Alineadas con el acuerdo de París y la ciencia

La acción de las compañías en este campo se da en un contexto de presión social para que las empresas diseñen estrategias de descarbonización alineadas con el acuerdo de París y la más reciente información científica sobre el cambio climático, que exige lograr un balance de cero emisiones a mitad de siglo

En sentido estricto e integral, eso les llevaría centrar su acción en el uso de energías renovables, el empleo de tecnologías más limpia y acciones de mayor eficiencia.

Pero muchas empresas no pueden reducir sus gases o abordar esa transformación, y, por diversas razones, optan por la compensación de emisiones acudiendo a los mercados voluntarios, a veces por verlos como atajo práctico. Es así como obtienen los derechos o créditos que certifican la existencia de proyectos (aforestación y forestación, energía limpia, de eficiencia), localizados en cualquier parte del mundo, que evitan o absorben emisiones, para lograr el aval que les permite contabilizar estos descuentos en sus inventarios de CO2.

Un mercado por regular

Pero el mercado voluntario es un sistema que está poco (o nada) regulado. Conviene subrayar que no es lo mismo que el sistema de comercio de emisiones europeo (ETS, por sus siglas en inglés), establecido por los gobiernos para incentivar a los sectores más intensivos en carbono a que reduzcan emisiones, un mercado en el que la UE controla la disponibilidad (menguante) de estos derechos y sus precios. Mediante este sistema, unas 12.000 instalaciones (cementeras, refino, siderurgia, térmicas de carbon o gas, vidrio, teja…) están atadas de pies y manos y deben compran sus derechos de emisión para poder seguir operando.

En cambio, muchos otros sectores empresariales (telefonía, petroleras, alimentación, agroindustria, entre otros), no sujetos a normas legales, actúan voluntariamente.

Tres motivaciones

Las empresas que acuden a los mercados voluntarios lo hacen convencidas de que en el futuro esta actividad estará regulada, por lo que quieren explorar lo que se le viene encima. A veces actúan movidas por razones de responsabilidad corporativa o la voluntad de presentarse como una empresa verde ante la sociedad; y otras se sienten empujadas en esta dirección por administraciones que exigen este cálculo de carbono para adjudicarse determinados servicios públicos, o ante la demanda de estos reportes por parte de los bancos. Las empresas que actúan voluntariamente pueden hacer un cálculo de su huella de carbono (emisiones en sus instalaciones, el consumo energético y el impacto sus proveedores o, incluso clientes). Otras tienen proyectos propios para compensar emisiones; y muchas acuden a los mercados para justificar que han obtenido esas reducciones.

Pero el hecho de que los mercados voluntarios tengan una naturaleza no regulada es la causa de muchas incertidumbres y riesgos. Preocupa, en este sentido, que estos créditos, en lugar de motivar e incentivar los cambios estructurales hacia la descarbonización, sean solo parches.

Ebullición de proyectos

Sin una guía o regulaciones estandarizadas, existe el riesgo de que este sea un campo abonado para el lavado de imagen.

La ebullición de proyectos de todo tipo en este mercado es tan enorme y se dan tantas iniciativas, que existe el riesgo de que “muchos proyectos puedan solaparse”; es decir, que los mismos proyectos den lugar a créditos que se contabilicen dos veces o que, incluso, se comercialicen en distintos mercados. O puede haber proyectos que no tengan en cuenta todo el alcance de las actividades generadoras de emisiones que deben ser compensadas. Esto pondría en la picota una reducción efectiva, según explica Ismael Romeo, de Sendeco2, que comercializa tanto créditos procedente del mercado amparado por la ONU como certificados de mercado voluntarios.

Terreno pantanoso

Muchos de estos derechos o créditos del mercado voluntario muestran debilidades. Por ejemplo, si son certificados que avalan la protección de un bosque que absorbe CO2 fijando en la madera, ¿cómo se garantiza que no haya emisiones y revierta la situación si se da un incendio forestal?

“Entramos en un terreno pantanoso porque hay proyectos distintos para compensar; los precios dependen del proyecto o de la metodología utilizada, o del respaldo que tenga la compañía verificadora”, dice Ismael Romeo.

Para contrarrestar todo esto, muchos expertos piden un registro global y que se realice un seguimiento de todos los proyectos y créditos disponibles.

La plataforma VCMI diseña las guías para que los mercados voluntarios sean creíbles

“Existe el riesgo de que las empresas utilicen los créditos de carbono para continuar con sus actividades habituales en lugar de evitar, reducir o reducir sustancialmente las emisiones, y eso socavaría los esfuerzos para mitigar el cambio climático, retrasaría la adopción de nuevas tecnologías bajas en carbono y erosionaría la confianza”, recalca Mark Kenber, codirector ejecutivo de la Iniciativa Voluntaria de Integridad de los Mercados de Carbono (VCMI, por sus siglas en inglés.

Precisamente, la plataforma VCMI está trabajando para garantizar que estos mercados voluntarios sean transparentes y sólidos y contribuyan al objetivo mundial de limitar el calentamiento mundial a 1,5 ºC. Esta plataforma nace con voluntad de ser el germen que abra camino a una futura regulación. En su seno cuenta con múltiples y destacados actores (como el gobierno de Gran Bretaña, el enviado especial de EE.UU. para el Clima, John Kerry o el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD).

Su primera iniciativa está siendo elaboración de una guía de compromisos (que se presentará el próximo mes) y que incluirá los pasos que deben dar las empresas y en qué circunstancias deben usar créditos de carbono. Será un manual práctico con los requisitos que deben darse para hacer un uso creíble de estos créditos, expone Kenber.

Mercados al alza

Los mercados voluntarios crecen de manera exponencial y alcanzaron los 1.000 millones de dólares en 2021, según la oenegé Ecosystem Marketplace.

Un informe de 2021 de la consultora de gestión McKinsey estimó que la demanda de créditos de carbono voluntarios podría multiplicarse por quince para 2030, con un mercado total que alcanzaría un valor de 50.000 millones de dólares estadounidenses.

La iniciativa VCMI nace con la voluntad de garantizar la certeza, cohesión y coherencia para garantizar cómo debe regularse estos compromisos (que deberían asumir el mundo de la publicidad o los gobiernos), al objeto de dar credibilidad a los mercados de carbono.

“Nuestra guía dejará claro que una empresa solo puede usar créditos de carbono si tiene trazada una senda de cero emisiones creíble y verificada alineada con la ciencia y está, en consecuencia, reduciendo sus emisiones”, dice Kenber.

“Tenemos claro que los mercados voluntarios de carbono solo deben usarse como actividad adicional reservada para las emisiones que las empresas no pueden reducir”, añade.

Los promotores de este tipo de iniciativas son conscientes de que para desterrar el riesgo de acusaciones de lavado de imagen, es fundamental que esta guía divulgue los progresos de descarbonización antes de utilizar los mercados.

Comprar en el mercado créditos voluntarios de escaso coste puede acabar siendo una fórmula contraproducente, y da mala imagen, si no va acompañada de verdaderos esfuerzos de acción)

Se trata de garantizar a la vez que “las empresas que realmente hacen un esfuerzo adicional sean reconocidas adecuadamente”.

“Estos mercados voluntarios ofrecen flexibilidad en la acción de las empresas para actuar. Bienvenidos sean. Pero sólo deberían ser utilizados cuando se han agotado las otras opciones para reducir emisiones con medidas directas y reales. Debe recurrirse a ellas solo como un actuación adicional”, dice Mikel González-Eguino, investigador del Basque Centre for Climate Change.

Antes de compensar emisiones yendo al mercado voluntario, “¿no sería mejor cambiar su flota de transporte, cambiar a motores eléctricos, o simplemente coger menos el coche?”, se pregunta González-Eguino, que repite su consigna. “Deben ser proyectos adicionales y con una correcta verificación”.

Dar facilidades a las empresas y fijar metodologías creíbles

Mark Kenber juzga necesario dar facilidades (“pasarelas”, dice él) a las empresas para que tengan la confianza suficiente “para invertir en créditos de carbono y, en paralelo ofrecer a la sociedad la seguridad de que estas inversiones están realmente alineadas y mantienen vivo el objetivo de frenar el calentamiento a 1,5 ºC”.

Kenber es firme partidario de que los mercados voluntarios cumplan un doble objetivo: “generar reducciones de emisiones e inversiones en los países que albergan proyectos”.

Por eso, aboga por aplicar un criterio de integridad ambiental, lo cual comporta, por una parte, que “los proyectos deban generar ahorros de carbono que no se darían de otra manera, y, por otra, respetar los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, y brindarles beneficios adicionales”

La referida plataforma está trabajando también para establecer con umbrales globales para créditos de carbono de alta calidad “que ayudarán a determinar qué programas y metodología de créditos de carbono son creíbles”.

Proyectos a los que les faltan garantías

Los proyectos de reducción de emisiones no ofrecen en todos los casos las mismas garantías; les falta un seguimiento para su verificación y, sobre todo, ofrecen precios diferentes.

Por eso, Ismael Romeo cree necesario homogeneizarlos.

“Hay muchos productos y muy diferentes, y no tienen la misma cotización. Los certificados voluntarios no tienen el “sello” de Naciones Unidas, aunque sí tienen el aval de las certificadoras privadas que acreditan su calidad. Por eso es importante saber quién ha validado en cada caso ese certificado”, dice Romeo. Puede haber certificados que no tengan esa calidad exigible, pero también se venden en el mercado.

Precios diferentes

Esa disparidad hace que los precios también sean diferentes, añade Romeo. Mientras los derechos de emisión sujetos a la directiva europea de comercio de emisiones, amparadas bajo el paraguas de la ONU, cuestan unos 82 euros la tonelada (CO2 no emitido o neutralizado), los créditos voluntarios vale entre 2 y 20 euros la tonelada, pero han llegado a valer 0,2 céntimos: un precio tan irrisorio que no mueve a las empresas a actuar con acciones preventivas.

Las empresas pueden tener estos créditos del mercado voluntario como fórmula para reducir emisiones, pero no son intercambiables con los del mercado regulado, recuerda María José Sanz, directora del Basque Centre for Climate Change.

Science Based Targets (SBTi)

María Mendiluce: «El 10% de las emisiones debe seguir la via de la compensación»

“Que las empresas actúen voluntariamente en la protección de clima sin que lo exija el regulador es algo muy bueno”, dice María Mendiluce, directora general de We Mean Business, una coalición que engloba más de 7000 empresas (desde multinacionales a pymes). Esta plataforma ha creado estándares voluntarios para aquellas empresas con objetivos de neutralidad climática. La coalición esta formada por siete grandes organizaciones internacionales (BSR, The B Team, CDP, Ceres, CLG Europe, Climate Group y el World Business Council for Sustainable Development).

María Mendiluce explica que esta organización asume la meta de emisiones netas cero para el año 2050 (en línea con los nuevos informes científicos) a través de su iniciativa Science Based Targets (SBTi) . Su organización estima que las empresas pueden reducir de media un 90% sus emisiones, por lo que el restante 10% debe seguir la vía de la compensación, puesto que hay sectores (aviación, acero…) que carecen de alternativas inmediatas.

“El SBTi se creó precisamente para crear las reglas que garanticen que esos compromisos son fiables y generan reducción de emisiones”, dice Mendiluce.

Para estimar sus emisiones, las empresas pueden hacer un cálculo de la huella de carbono de su actividad. En muchas ocasiones existe un incentivo claro para reducir las emisiones en sus instalaciones (alcance 1) o en los consumos de electricidad (alcance 2), pero es más dificil reducir las emisiones de su cadena de valor, que incluye miles de proveedores y clientes (alcance 3), y son estas las emisiones que las empresas querrían compensar con el mercado voluntario.

María Mendiluce cree firmemente en el mercado voluntario y lo defiende frente a las críticas de lavado de imagen. “Hay críticas contra las empresas que hacen cosas, y muy pocas críticas contra las empresas que no hacen absolutamente nada”, dice, convencida de que este es un campo en continua evaluación y de aprendizaje que beneficiará a los mercados de carbono y al clima.

María José Sanz señala que el gran debate es saber si los proyectos sujetos al mercado voluntario son un instrumento efectivo o no para reducir emisiones. “Y esto depende de cada proyecto”, sentencia.

“Los mercados voluntarios son una parte de la solución; el problema es que tienden de ser un medio a convertirse en un fi en sí mimos”, sentencia

En su opinión, los proyectos que dan lugar a certificado de reducción de emisiones ofrecen garantías si son pequeños pero presentan muchas incertidumbres si aumenta la escala.

El mercado voluntario no está amparado bajo el protocolo de Kioto de la ONU, que auspiciaba certificados de reducción de emisiones (fruto de los proyectos de desarrollo limpio). “Sobre todo, eran proyectos de aforestación y reforestación muy limitado en su tamaño”. Estos derechos han sido cancelados; no han sido heredados o arrastrado en el actual Acuerdo de París. “No se quiso inundar los mercados de créditos que eran muy baratos” recuerda María José Sanz.

Preocupación de la ONU: evitar la doble contabilidad de reducción de emisiones

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, expresó su preocupación en la cumbre de Glasgow ante la falta de garantías que ofrecen los anuncios de estrategias de descarbonizació de las empresas. “¿Quien va a certificar que es verdad todos estos anuncios de estrategias de descarbonización?”, se pregunta María José Sanz.

Las promesas de reducción de emisiones que hacen los países son revisadas cada dos años y ese es el mejor indicador que permite saber si su inventario de gases sube o baja. Pero en el caso del sector privado no hay nada similar. “Hay multinacionales que trabajan en varios países; sus reducciones ya estan contabilizadas a veces en los inventarios nacionales, y no se pueden separar”, dice Sanz apuntando el riesgo de una doble contabilidad de estos reducciones apuntada.

Fuente: La Vanguardia