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EL FUTURO DE NUESTRA CIVILIZACION SERA CIRCULAR O NO SERA (pero igual estoy totalmente equivocado). Ignasi Cubiñá, septiembre 2022

Se le atribuye al presidente Obama la frase “somos la primera generación en sufrir los efectos del cambio climático, y la última en ser capaz de arreglarlo”.

Siempre he defendido que el cambio climático es una consecuencia de nuestro modelo de sociedad y nuestra relación con el planeta y el resto de las especies que lo habitan, más que una causa-raíz en sí misma. En el año 2016 William McDonough publicó un breve artículo en la revista Nature con motivo de la COP de Marrakech, bajo el provocativo título “Carbon is not the enemy”.

Hoy, seis años más tarde y con pandemia de por medio, me reafirmo en apoyar esta visión. En síntesis, lo que McDonough proponía era un cambio de actitud ante la gestión del Carbono y la percepción, en muchos casos infundada, de que carbono, emisiones y cambio climático eran todos una misma cosa. Esta percepción malinformada derivaba, y deriva, en un lenguaje que parece demonizar una de las principales moléculas de la Vida y conduce hacia la justificación de una acción global, coordinada, necesaria y seguramente bien intencionada: NET ZERO CARBON.

Caminar hacia un balance cero de emisiones de GEI requiere de un auténtico plan de acción, no únicamente una lista de objetivos, en palabras de John Doerr (Speed & Scale); we need both the now and the new.

La magnífica infografía de John Lang (The Sience of Climate Change, Sixth Assessment Report, an independent presentation of IPCC conclusions) recientemente publicada (agosto 2022) constituye un gran trabajo de síntesis sobre el estado del Cambio Climático. Quien esté interesado puede explorar el informe completo y extraer sus propias conclusiones, la mía es sencilla: ESTAMOS MUY LEJOS DE HACER LO SUFICIENTE. Si el único escenario que parece viable para nuestra civilización se sitúa en un aumento de la temperatura de 1.5-2ºC entonces el reto es mayúsculo. Nada menos que la reducción/eliminación de 40 mil millones de toneladas de CO2 anuales en el 2055 (es decir la épica de pasar de 40 mil millones de toneladas anuales a 0 en algo más de 30 años), y reducir las emisiones a la mitad en el 2030. Todo esto considerando que los sistemas biológicos – marinos y terrestres – funcionen como sumideros de CO2eq como la habían hecho hasta ahora, lo que por desgracia sabemos que no es el caso. Tanto los océanos como los ecosistemas terrestres son gradualmente menos efectivos en su función esencial de captura y almacenaje del CO2, y, además, no les sale gratis (p.e. acidificación de los océanos, deforestación, pérdida de biodiversidad, etc.), ni a ninguno de los que dependemos de ello (menor disponibilidad de agua, menor cantidad de cultivos, etc.). Estamos ante un problema complejo, enormemente complejo, donde las consecuencias no-intencionadas pueden ser más contraproducentes que las bien intencionadas.

Pero podemos remediarlo. Soy un optimista escéptico por naturaleza, debo admitirlo, pero si este no es un reto que valga la pena para una generación, que alguien me explique cuál lo es. ¿Pero cuál es concretamente el reto y cómo afrontarlo? En mi opinión, no es la lucha contra el Cambio Climático – ni siquiera contra los desequilibrios medioambientales que lo causan y en los que deriva – sino un cambio en nuestro modelo socioeconómico. Es un cambio sistémico, y aunque parezca contraintuitivo, soy de la opinión que es más fácil y rápido cambiar el sistema de raíz, que intentar adaptar un modelo disfuncional para conseguir mejorar sus resultados. Yendo al grano, la Economía Lineal no puede resolver el Cambio Climático ni la gestión del Carbono tal y como está construida, simplemente no entra en su ecuación. Sólo algunos, pocos, como los autores de los Límites al Crecimiento (Limits to Growth, LtG), han planteado dudas argumentadas sobre la viabilidad de nuestro modelo de sociedad basado en el crecimiento lineal de todos los indicadores macroeconómicos y sociales, de manera indefinida. Esta observación, que puede parecer de Perogrullo para un biólogo/ecólogo, quiere decir que los recursos no están disponibles de manera ilimitada para todos, todo el tiempo, en todas partes, es una evidencia que no hemos querido confrontar desde el ámbito socioeconómico. Y la economía manda, y manda mucho. Por este mismo motivo, y con la constatación de que el modelo de economía lineal se agota por momentos lo que se impone es un cambio de modelo. Este cambio es el que propone la ECONOMÍA CIRCULAR.

Desde la visión Cradle to Cradle (W. McDonough & M. Braungart), y más concretamente desde EIG/ Grupo Construcía, definimos la Economía Circular como un modelo económico regenerativo por intención y diseño, distributivo e inclusivo, que debe desarrollarse dentro de los límites físicos y socioculturales que definen nuestro mundo. Esta definición pretende una fusión entre la propuesta más aspiracional del Cradle to Cradle y la Doughnut Economy (Kate Raworth). Pero más allá de discusiones académicas, de lo que se trata en esto momentos es ver como definimos esta hoja de ruta que proponía John Doerr, y cómo la Economía Circular es el vehículo clave para conseguir los objetivos de mitigación del cambio climático descritos en el último informe del IPCC antes mencionado.

La Economía Circular C2C es un proceso de transformación relacional, y no únicamente una estrategia de diseño que se inspira en la naturaleza para la eliminación del concepto de residuo, el uso de energía limpia y el fomento de la biodiversidad, así como de la diversidad cultural y conceptual. El cambio relacional es lo que nos lleva a un proceso de transformación del sistema, o cambio sistémico. La mayoría de los analistas consideran que una implementación a gran escala de la Economía Circular – actualmente supone entre el 9-11% de la economía mundial según los últimos informes – tendría un efecto en la reducción de las emisiones de los GEI (Gases de Efecto Invernadero) de entre el 30-40% en términos absolutos. Y es aquí donde surge la gran cuestión, si la economía lineal no puede reducir las emisiones y es inviable para conseguir los objetivos de Net Zero, y la economía circular a gran escala “sólo conseguiría” una reducción del 30-40% en el mejor de los escenarios… ¿dónde está el gap?

Pues bien, yo creo que, para conseguir una reducción de emisiones netas total, y poderlo mantener en el tiempo (no olvidemos que las emisiones de CO2 son acumulativas y que cualquier repunte alteraría la dinámica de enfriamiento global que se persigue), hay que darle una vuelta de tuerca al concepto de Economía Circular, y hay que empezar a considerar el Ciclo Completo del Carbono en la toma de decisiones de cualquier actividad humana. Ese cambio de actitud hacia el Carbono es lo que proponía William McDonough en The New Language of Carbon, y es la idea a partir de la cual se articula el concepto de CIRCULAR CARBON ECONOMY.

Medir menos pero Mejor. Tenemos una obsesión con la medición de todo los que nos rodea desde que Lord Kelvin nos vino a decir que todo lo que no se mide no existe… doscientos años más tarde sabemos que esto no sólo no es cierto –p.e. taxonomía biológica, si sólo existiera lo que conocemos y medimos nuestro mundo simplemente no sería tal–, sino que además en ocasiones puede ser contraproducente. El ejemplo más emblemático es el de las emisiones de CO2 y las GEI, y su gestión a nivel de producto. Y para mi este es uno de los elementos clave: queremos inventariar emisiones sin conocer su origen ni destino, en un proceso opaco y a menudo muy mal informado, y que no ofrece incentivos a aquellos – individuos, empresas, instituciones – que realmente quieren tener un impacto positivo, un NET POSITIVE IMPACT (impacto positivo neto).

En mi opinión, para lograr una reducción de todas las externalidades medioambientales –y muchas de las sociales y económicas– junto con las emisiones de GEI, tenemos que saber muy bien lo que sucede con el Carbono en todas las fases, desde la producción, uso, recuperación y reutilización de materiales y productos. En definitiva, tenemos que entender el Ciclo Circular del Carbono (C3A®) como parte del análisis del ciclo de vida (ACV) completo de cualquier producto. Y tenemos que disponer de esta información en la fase de diseño, para tomar las decisiones adecuadas, ahora y en el futuro.

Como decía el Presidente Obama, “somos la última generación en disposición para arreglar el cambio climático”. ¿Hablamos?

Ignasi Cubiñá, President EIG & CIO Construcía.

Eco Intelligent Growth EIG es Miembro de la Fundación Privada Empresa y Clima.