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COP26: una patada adelante en la lucha contra el cambio climático

Tras cada Cumbre del Clima, siempre queda flotando en el ambiente la duda de si las dos semanas de negociaciones han servido para algo. Y depende de a quien pregunte. En Glasgow, los países han reconocido que el recorte de las emisiones es urgente y debe ser drástico, y que se debería reducir el uso del carbón y los subsidios fósiles. También queda patente que hace falta más dinero para los países vulnerables. Pero en el encaje de los intereses de casi 200 países firmantes, ninguna medida radical ha salido de la COP26.

Mantener el planeta a 1,5ºC

En un intento por mantener a raya las sequías, las inundaciones o el aumento del nivel del mar, el objetivo central de esta cumbre era dejar abierta la posibilidad de que el planeta limite el calentamiento global a 1,5ºC sobre los niveles preindustriales, algo para lo que serían necesarios drásticos recortes de emisiones en un plazo máximo de ocho años y que con los planes actuales de los países sería imposible.

Lo que ha conseguido el paquete de Glasgow es que los estados tengan que rehacer sus planes climáticos y presentarlos a la ONU para su revisión en un año, alineados con una temperatura de entre 1,5º y 2º, y no dentro de cuatro años como estaba previsto. «Podemos decir con credibilidad que hemos mantenido vivos los 1,5 grados. Pero su pulso es débil y sólo sobrevivirá si cumplimos nuestras promesas y traducimos los compromisos en acciones rápidas», dijo Alok Sharma, presidente de la COP26.

Países como China no eran partidarios de acelerar el marco temporal que ya estaba previsto o a tener que alinearlo con el objetivo más ambicioso de la horquilla. Al final, se acelera la acción climática y existe una nueva posibilidad de frenar el aumento de temperaturas, pero todo dependerá de lo que presenten los actores el año que viene. Aún así, este punto tiene brechas. El acuerdo abre la puerta a excepciones en la remisión de estos planes en base a las circunstancias de cada actor.

Aún así, se reconoce que hacen falta compromisos mucho mayores, con una caída de hasta un 45% de la emisiones en 2030, para mantener en el umbral más bajo posible el aumento de las temperaturas. «Es tímido, es débil y el objetivo de 1,5º apenas sigue vivo, pero se manda una señal de que la era del carbón está acabando. Y eso es importante», reaccionó Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace.

Una señal sobre los combustibles fósiles

Tras muchas negociaciones y quebraderos de cabeza, por primera vez en una Cumbre del Clima, se incluye una petición a reducir el uso del carbón y de los subsidios a los combustibles fósiles. «Dos billones y medio (de dólares) fueron en los últimos cinco o seis años a subsidios para combustible fósil. Esa es la definición de locura», llegó a decir el enviado estadounidense, John Kerry.

Además, naciones como India o China presionaron en el último momento para diluir la necesidad de acabar con ellos. Estas naciones temen que acabar con los subsidios fósiles frene su desarrollo. Según el ministro de Medio Ambiente indio, Bhupender Yadav, las naciones menos industrializadas, con poca responsabilidad histórica en el calentamiento global, tienen «derecho a su parte justa del presupuesto global de carbono y tienen derecho al uso responsable de los combustibles fósiles». Con un cambio introducido en el último minuto, el texto no obliga a acabar con ellos, pero pide reducirlos, en una señal política de hacia dónde va la economía y cuál es el responsable.

La señal es demasiado débil para los países que ya sufren los impactos de un planeta que se encuentra a 1,1 grados de calentamiento global. Uno de esos países es islas Marshall, cuya representante en la cumbre, Tina Stege, expresó en el plenario su «profunda decepción» por el vocabulario introducido. «Aceptamos este cambio con la mayor reticencia. Lo hacemos solo porque hay elementos críticos en este paquete que la gente de mi país necesita como un salvavidas para su futuro », dijo.

En cierto sentido, no casa pedir más recortes de emisiones por una parte, y no querer decir adiós al carbón y a los combustibles fósiles por otra. El secretario general de la ONU, António Guterres, definió el pacto como «contradictorio». También el observador keniata, Mohamed Adow: «Afirman que quieren que se reduzcan urgentemente las emisiones, pero siguen ampliando la producción de combustibles fósiles dentro de sus propias fronteras».

Los fondos para daños, para más adelante

Los países africanos, China y los pequeños estados insulares querían un compromiso para crear un fondo que sufragara los daños que les acarrea ya el cambio climático en sus países, pero se encontró con la oposición de Estados Unidos y la UE. Se ha decidido aplazar las conversaciones para dentro de un año. Algo que plataformas sociales como la COP26 Coalition han calificado, directamente, de una «traición a la gente».

Completar 100.000 millones anuales

Sí se ha avanzado en la financiación general y la dedicada a la adaptación. En el Acuerdo de París (2015), los países se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares anuales para los países en desarrollo a partir de 2020, pero pasado el plazo, esa cifra no ha sido completada. Aunque los receptores exigían un plazo menor, al final cedieron con verlo completado, a más tardar, en 2025. Además se duplicará el dinero que se destina a evitar los envites del cambio climático y que ahora apenas supone un cuarto de los fondos dirigidos al clima.

Algunos avances voluntarios

La sorpresa de la cumbre fue el anuncio de un pacto voluntario entre los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo, Estados Unidos y China, para acelerar la acción climática. El gigante asiático elaborará una estrategia para reducir el metano y colaborará con EE.UU. para saltar hacia las energías renovables. El pacto, aunque acogido con agrado en la comunidad internacional, levanta recelos entre algunos organismos. No sólo está al margen de las conversaciones de la ONU, sino que por ahora no contiene cifras concretas y contrastables.

¿Éxito o fracaso?

En la búsqueda de un equilibrio entre los intereses enfrentados de casi 200 países, el resultado final es que nadie ha salido contento del todo. Para Kerry eso significa que, probablemente, no es un mal acuerdo. El premier británico Boris Johnson, como país anfitrión de la cumbre, lo ha calificado de «gran paso adelante». Y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de «un paso en la dirección correcta», pero sabiendo que «el trabajo está lejos de estar terminado».

Las organizaciones sociales y los países vulnerables han sido menos optimistas. Los paises africanos, de hecho, estuvieron a punto de echar abajo el acuerdo por la falta de un fondo para los daños del clima, mientras que la activista Greta Thunberg calificó el resultado de «bla, bla, bla».

«Se trata de un acuerdo vacío que cualquiera firmaría. Dice que hay que luchar contra la emergencia climática pero no concreta ni cuándo ni cómo se va a hacer ni, sobre todo, con qué financiación», opina Irene Rubiera, portavoz de Ecologistas en Acción.

Fuente: ABC