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22 países apoyan crear rutas marítimas para combustibles cero emisiones en la COP26

A pocos días de que finalice la cumbre climática más importante del planeta, algunos países, entre los que se encuentra España, se han comprometido a limitar el uso de combustibles contaminantes en los barcos en las próximas décadas

España y otros 21 países han firmado en la COP26 de Glasgow la Declaración de Clydebank, un acuerdo “crítico” con el que los Estados signatarios se comprometen a establecer “corredores marítimos verdes” para rebajar las emisiones del transporte de mercancías. Esta industria, que actualmente representa cerca del 3% de los gases de efecto invernadero (GEI) lanzados a la atmósfera a nivel global, se espera que en los próximos años contribuya en todavía mayor medida al cambio climático y llegue a representar hasta un 10% de las emisiones mundiales GEI en 2050.

La idea presentada en esta declaración es limitar el acceso a determinadas rutas marítimas a buques que usen exclusivamente combustible limpio, o sea, no valdría ya el gas natural licuado, que es un combustible fósil por el que España ha apostado para avanzar hacia la descarbonización —y con ayuda de Bruselas— pero que emite cerca de tres toneladas de CO₂ por tonelada. A partir de mediados de esta década, para circular por al menos seis corredores marítimos ecológicos, habría que optar por fuentes alternativas para alimentar esos barcos, como el hidrógeno verde o el amoníaco.

Es «un paso muy importante», sobre todo teniendo en cuenta que «el transporte marítimo está todavía enganchado al petróleo»

El lenguaje empleado en el texto para definir esos carburantes limpios es contundente: “Los combustibles o tecnologías de propulsión totalmente descarbonizadas deben ser capaces de no añadir GEI adicionales al sistema global a lo largo de su ciclo de vida, ya sea en la producción, el transporte o el consumo”.

En comparación con otros acuerdos firmados en la cumbre del clima de Naciones Unidas, que pueden lograr el apoyo de más de 100 países como en el caso de la deforestación o del metano, la declaración de Clydebank cuenta de momento —a fecha de 10 de noviembre— con el apoyo de 22 Estados.

El motivo, según Tristan Smith, especialista de transporte marítimo e investigador en la Universidad de College London, es que no hay tantos países en la posición de transitar a combustibles de cero emisiones. Para empezar, no todos tienen la posibilidad de acceder a hidrógeno bajo en carbono y barato.

Y, segundo, se tiene que dar la circunstancia de disponer de rutas marítimas que tenga sentido reverdecer. “Si eres un país que no tiene buenas rutas, buenas oportunidades, desde el punto de vista del riesgo, así como hidrógeno de bajo coste, no tiene sentido que firmes”, señala este experto, y agrega que, con estas condiciones, el hecho de que al menos 22 países hayan suscrito la declaración es “un paso muy importante”, sobre todo teniendo en cuenta que “el transporte marítimo está todavía enganchado al petróleo”, señala a Planeta A.

“El trabajo que hemos realizado muestra que bastaría con que alrededor del 5% de la energía de la flota mundial sea de combustibles de cero emisiones para 2030 a fin de sustituir todos los combustibles fósiles para 2050”, asegura. Esto se podría conseguir con un acuerdo global desde la Organización Marítima Internacional, algo muy complicado, dice, porque requeriría una negociación multilateral en el que muchas empresas se comprometan a lograr algo que “no está todavía a su alcance”. “O se puede lograr con acciones a menor escala, con unos pocos países que tengan el potencial de lograr un impacto real. Y creo que eso es lo que hace la declaración de Clydeback, nos permite superar estas décadas sin depender de que haya una solución de la OMI a corto plazo”. Aunque, en todo caso, se necesitará cierta regulación por parte de la OMI.

Desde la ONG Seas at Risk, la analista Lucy Gilliam celebra la iniciativa, pero apunta que lo que se necesita para lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París es “una revolución de la propulsión, y no solo de los combustibles” y además cambiar los hábitos de producción y consumo: “necesitamos un cambio de sistema en el que repensemos lo que necesita enviarse y a qué velocidad”.

Además, juzga que la declaración de Clydebank plantea un calendario poco ambicioso, pues se propone desarrollar y ampliar nuevos combustibles en los corredores marítimos a partir de 2030, “y sabemos que en la trayectoria actual de las emisiones del transporte marítimo, agotaremos el presupuesto de carbono en 2029”.

Para no “perder la batalla climática”, esta experta sugiere además incentivar nuevos sistemas de propulsión, apoyando por ejemplo las tecnologías de viento que pueden ayudar a reducir el consumo de carburante, y optimizando las cadenas de suministro.

Los sistemas de propulsión con viento —que no son velas de tela como las que usaban los galeones del siglo XVI sino tecnologías innovadoras que recuperan el viento como fuerza motriz de los buques— son perfectamente escalables, de acuerdo con Tristan Smith. Durante un tiempo, la inversión en estos sistemas estuvo más estancada, recalca, “en parte porque el petróleo era muy barato, cuando el barril estaba en unos 30 o 40 dólares, antes de la pandemia”. Pero ahora que, con la declaración de Clydeback, se ha producido esta apuesta por combustibles más caros como el hidrógeno verde o el amoníaco, el aumento en los costes puede incentivar el uso de las tecnologías de propulsión con viento, pues estas aumentan la eficiencia y pueden reducir hasta en un 30% el gasto de combustible.

Otro aspecto de esta declaración que expertos como Bryan Comer, a cargo del programa marino en el Consejo Internacional del Transporte Limpio, han destacado a Planeta A es que arrastrará inversión para crear una infraestructura portuaria capaz de suministrar combustibles renovables a los buques de emisiones cero que naveguen por esas rutas convertidas en corredores ecológicos.

Por su parte, Aofi O’Leary, de Opportunity Green, agrega que lo que hace falta ahora son medidas ambiciosas para asegurar también que la descarbonización del transporte marítimo se hace desde una perspectiva de justicia social. “Las Islas Marshall, que son signatarias de la declaración, han propuesto a la Organización Marítima Internacional una tasa de carbono que fijaría un precio de 100 dólares aplicable al combustible, y esto se utilizará para financiar los buques de emisiones cero y construir las instalaciones en los puertos”. Esta medida la apoyaron también otros 54 países vulnerables al cambio climático, que la semana pasada sugirieron gravar las emisiones del transporte marítimo en la declaración de Dhaka-Glasgow.

Fuente: El Confidencial