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Chile da las riendas a la ministra Ribera para evitar el fracaso de la cumbre del clima

La presidenta de la conferencia del clima de Madrid, la chilena Carolina Schmidt, compareció pasada la media noche del sábado al domingo ante un plenario informal para comunicar que las negociaciones continuarían de madrugada.

La cumbre de Madrid entró el sábado en una fase de vértigo y temor al fracaso, que sería atribuible, entre otras razones, a los profundos desacuerdos pero también a la impericia de la presidencia chilena para encauzar y liderar la negociación entre las distintas partes.

Tras dos madrugadas de negociación, desde las siete de la mañana de este domingo se ha convertido en la cumbre del clima más larga en sus 25 años de historia. Dudoso honor.

El dudoso honor de ser la cumbre del clima más larga en sus 25 años de historia

La escasa ambición en la acción climática y la poca regulación de los futuros mercados de carbono –recogidas en el primer borrador de acuerdo de la presidencia chilena– mantuvieron encalladas las negociaciones todo el día del sábado.

Caras largas, delegados que ya se habían ido, muestras de decepción, irritación de las organizaciones sociales…Fue un sábado de decepción.

La conferencia debía concluir el viernes, pero se prolongará hasta este domingo, con un pleno que empieza a las 9 de la mañana.

Consultas clave de la ministra en funciones

La presidenta chilena de la COP ha pedido a la ministra española para la Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, que realice las consultas sobre tres asuntos trascendentales y sobre los que no hay acuerdo (ambición climática, mecanismo de Varsovia sobre “pérdidas y daños” y financiación a los países en desarrollo).

Es como si Chile renunciara a gran parte de su liderazgo y diera el relevo a la ministra española en funciones para salvar esta conferencia.

La ministra chilena dijo que ella misma se encargaría de negociar los asuntos relativos a los mercados de carbono, el otro gran bloque objeto de la discordia.

Mecanismo de Varsovia de “pérdidas y daños”, objeto también de discusión

La ministra española tendrá que hacer consultas para intentar buscar un texto que satisfaga a todos en un asunto neurálgico: la ambición climática futura; es decir, debería arrancar algún tipo de llamamiento o compromiso de acción que asuman los países a partir del 2020. La UE ha venido insistiendo en que es trascendental que todos los estados que se han sumado al acuerdo de París revisen al alza el próximo año sus compromisos para reducir las emisiones.

La otra “patata caliente” con la que debe lidiar la ministra en funciones española es el tratamiento del mecanismo de “pérdidas y daños” aprobado en Varsovia en el 2013, mediante el cual las naciones más pobres y que más sufren los estragos climáticos reclaman ser compensadas para adaptarse a este sombrío escenario.

Lo reclaman sobre todo los estados insulares del Pacífico y del Caribe. Hay reticencias en este punto por parte de las naciones industrializadas (dada la compleja cuantificación de los impactos y los múltiples factores que intervienen, incluidos los desplazamientos huanos ), por lo que el avance puede estar en que se refuerce el nuevo plan de trabajo.

Criticas a la presidenta Schmitd por no saber encauzar el diálogo

Schmidt ha sido duramente criticada por mostrar poca transparencia y no facilitar la participación de todos los grupos de países.

Poco antes del plenario (iniciado a las 00:05 horas del domingo), diversos observadores y la Alianza de Pequeñas Islas han denunciado que se les había dejado a un lado en negociaciones relacionadas con los mercados de carbono y el mecanismo internacional de Varsovia de “pérdidas y daños”.

Por ello, el representante de Guinea Papúa le ha pedido que abra el proceso para que haya transparencia y se involucre a todos los países en el mismo proceso.

Duras críticas de las oenegés a la presidencia chilena de la COP25

Lo que está claro es que los resultados de la conferencia de Madrid estarán muy lejos de las demandas de los científicos y de la emergencia climática proclamada. La presión de la Alianza por la Ambición Climática ha chocado con un muro contra el inmovilismo.

Los grandes países emisores (China, India, Japón, Brasil…) se han negado en redondo a prometer una actualización al alza el año próximo de sus planes nacionales de acción climática prometidos en París.

Sólo la UE ha mostrado ambición climática; está dispuesta a aumentar sus recortes de emisiones del 30% al 40/45% para el 20030 (respecto a 1990); y asume el compromiso de la neutralidad climática en el 2050 (con la excepción de Polonia, dependiente al 80% del carbón).

La UE prefiere que no haya acuerdo a que haya un mal acuerdo en el capítulo de los mercados de carbono

La otra manzana de la discordia ha sido la polémica definición de las reglas de los futuros mercados de carbono. China, EE.UU. y Brasil quieren que se puedan transferir a la nueva etapa del acuerdo de París todos los certificados de reducción de emisiones (CERs) generados a partir del protocolo de Kioto.

Desean que estos derechos se arrastren sin ningún control o cortapisa a la nueva etapa.

Pero eso comporta dos riesgos: uno que se dé una doble contabilidad de reducciones de gases (que se registre en el inventario del país de destino y en el país de origen de la transferencia) y que el mercado se vea inundado por créditos a bajo precio con efectos muy perniciosos.

Sería un estímulo perverso para las empresas, que podrían acudir al mercado a compensar sus emisiones a bajo coste, pero sin tomar medidas reales de descarbonización interna (renovables, eficiencia…). La UE quiere reglas estrictas para evitarlo, pero estos tres países quieren manga ancha. La UE ha repetido por activa y por pasiva que prefiere que no haya acuerdo antes que un mal acuerdo.

Mientras tanto un grupo de 28 países liderados por Costa Rica se han unido durante las negociaciones para incorporar los llamados Principios de San José, para asegurar que los mercados de carbono sean realmente justos y sólidos.

En esta iniciativa están, además de España, Suiza, Belice, Colombia, Paraguay, Perú, Islas Marshall o Vanuatu.

Los principios de San José (en referencia a la capital costarricense, donde se establecieron) recogen once condiciones que van desde asegurar la integridad ambiental hasta evitar la doble contabilidad, vetar el traspaso de créditos anteriores a 2020 al nuevo sistema o bloquear tecnologías incompatibles con la reducción de emisiones.

Crece el rechazo a crear mercados de carbono sin unas reglas muy estrictas

El descontento y la frustración eran notables entre las oenegés el sábado, al constar la incapacidad de la presidencia chilena para armar un texto de consenso.

“La propuesta de la presidencia nos parece completamente inaceptable, injusta e inmoral. No apela a un aumento de la ambición de los países para mejorar sus planes de reducción de emisiones”, declaró Alden Meyer, responsable de estrategias de la Unión de los Científicos Preocupados.

“El planeta está ardiendo y cada vez es más difícil de alcanzar la ventana de escape”, soltó. Muy dura se mostró Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace Internacional, quien acusó a la presidencia de Chile de “escuchar más a los interesados privados de las empresas contaminantes que al pueblo”.

Morgan le pidió que se mantenga firme frente a Estados Unidos, Brasil y Japón, países a los que acusó de “querer destruir las negociaciones apoyando una estafa en el tráfico de emisiones que pone precio al medio ambiente y a los derechos humanos”.

Ante las respuestas del borrador de acuerdo, el facilitador chileno, Andrés Landerretche, tuvo una intervención que sonaba a autodefensa y prometió que el documento tendría mayor ambición, aunque no concretó cómo ni qué entendía con esta palabras.

“¿Podemos decir que esto acabará como el rosario de la aurora?”, le preguntó un periodista.

“No puedo valorar algo que no se ha acordado. Sólo valoraremos el documento final cuando sea firme”, dijo Landerretche tirando de algún manual diplomático de cabecera.

Fuente: La Vanguardia